Cada año alucino más con esa extraña devoción que se profesa a los niños de San Ildefonso, que para los que no lo sepan, se trata de los escolares que cantan los números y los premios en el sorteo de la Lotería de Navidad.
Veamos: Hay un número determinado de bolas con los números en un bombo, otro número concreto de bolas con los premios y algo así como dos docenas de niños para cantar las unas y las otras.
Si cada cierto tiempo, salen 4: 2 a soltar las bolas con una especie de manubrio y otros 2 a cantarlas, según van saliendo, por lógica, un grupo de 4 coincidirá para soltar y cantar las bolas correspondientes al premio gordo y al número correspondiente.
Bien, pues algo que depende de la suerte más absoluta, es tratado por el respetable como una gran hazaña comparable al descubrimiento de una gran vacuna contra una enfermedad incurable o a ganar el Tour de Francia, por ejemplo. Algo fuera de toda lógica.
Es sorprendente, curioso y alucinante el ver como 4 de esos niños que no han hecho absolutamente nada diferente al resto de sus compañeros cantarines, son el centro de atención de todos los medios de comunicación y del público asistente, sólo por el detalle insignificante de que coincidiera la salida del número premiado con el gordo con su momento de faena.
Pero, claro. Viviendo como vivimos en el país del milagrerismo. ¿Qué no se va a perdonar a unos medios y a una sociedad tan curiosamente extraña?
En la imagen niños del Colegio de San Ildefonso que no cantaron el premio gordo, ni...el flaco siquiera. La foto corresponde al año 2000 y la encontré en Aula de El Mundo.
Veamos: Hay un número determinado de bolas con los números en un bombo, otro número concreto de bolas con los premios y algo así como dos docenas de niños para cantar las unas y las otras.
Si cada cierto tiempo, salen 4: 2 a soltar las bolas con una especie de manubrio y otros 2 a cantarlas, según van saliendo, por lógica, un grupo de 4 coincidirá para soltar y cantar las bolas correspondientes al premio gordo y al número correspondiente.
Bien, pues algo que depende de la suerte más absoluta, es tratado por el respetable como una gran hazaña comparable al descubrimiento de una gran vacuna contra una enfermedad incurable o a ganar el Tour de Francia, por ejemplo. Algo fuera de toda lógica.
Es sorprendente, curioso y alucinante el ver como 4 de esos niños que no han hecho absolutamente nada diferente al resto de sus compañeros cantarines, son el centro de atención de todos los medios de comunicación y del público asistente, sólo por el detalle insignificante de que coincidiera la salida del número premiado con el gordo con su momento de faena.
Pero, claro. Viviendo como vivimos en el país del milagrerismo. ¿Qué no se va a perdonar a unos medios y a una sociedad tan curiosamente extraña?
En la imagen niños del Colegio de San Ildefonso que no cantaron el premio gordo, ni...el flaco siquiera. La foto corresponde al año 2000 y la encontré en Aula de El Mundo.
1 comentario:
Quieres decir que vamos a hablar de Milagrerismo?? El Milagrerismo va a llegar cojones!! Yo, es que como no me gasto ni un duro en lotería porque es algo que me resbala totalmente, no tenía ni idea que les hicieran eso a los chavales esos.
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