Hace algunas semanas me propusieron escribir crónicas desde donde me encuentro, Las Palmas de Gran Canaria, sobre el carnaval. Tal como están las cosas poco se va a poder escribir como esto siga así.El año pasado fue Las Palmas con una decisión judicial que decidía suspender los actos en la calle del carnaval y este año ocurre algo similar en Santa Cruz de Tenerife.
En estos casos es complicado circular por el filo de la navaja para no ponerse del lado de los vecinos que protestan por el incesante ruido o del lado de los fiesteros que desean celebrar las fiestas emblemáticas de ambas ciudades.
Personalmente creo que se podrían hacer algunas concesiones por ambas partes para que año tras año la espada de Damocles apunte a una de las tradiciones más consolidadas de las islas.
Tanto el año pasado como este pienso lo mismo: Si había indicios de que podría llegarse a esta solución, hubiera sido recomendable darle tiempo a los ayuntamientos para buscar lugares alternativos, pero en medio del carnaval reorganizar itinerarios, zonas de baile, etc, es sumamente complicado.
En Tenerife aún están a tiempo de salvar su carnaval. En Las Palmas la alcaldesa se encargó de liquidarlo hace años al crear su carnaval para pijos con terrazas cerradas de pago.
La imagen con algunas personas protestando por la decisión judicial en Tenerife la encontré en Canarias Ahora.
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