Tengo mente abierta, pero no tanto como para que se me caiga el cerebro al suelo - Crónicas de Esperantia

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martes, 26 de diciembre de 2006

Tengo mente abierta, pero no tanto como para que se me caiga el cerebro al suelo

Desgraciadamente la frase no es mía. Fue pronunciada por el físico estadounidense Richard Feynman, un verdadero genio del humor, que no lo cultivó mucho, se dedicó más a la física, la nanotecnología, la computación cuántica y otras actividades relacionadas con la ciencia.

Hace unos meses, una amiga me contó la frase del título que me pareció una genialidad y esta semana me la volví a encontrar en un blog que suelo visitar a menudo, Historias de la Ciencia, en una aportación sobre Carl Sagan, titulada, Un dragón en mi garaje.

En el propio blog, podrás encontrar, más de una curiosidad sobre el mundo de la ciencia, entender muchas cosas que desconocías o informarte sobre avances científicos.

La imagen de Richard Feynman, la encontré en la Wikipedia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi opinión, más de un científico
observador y amante del misterio, se habrá quedado en su vida con el gran desconsuelo de no haber tenido un dragón en su garaje y la
intuición de que sí que ha existido de verdad en la de algún otro.
Esto más que una opinión es una certeza. Hay prudencia, hay precaución pero también cobardía por parte de investigadores para no entrar públicamente en cuestiones dudosas que puedan afectar a su reputación.
Desarrollan historias ingeniosas, argumentos para incredulidad, los mismos que si hubieran tenido la suerte de tener una muestra fiable y cercana se hubieran volcado en su estudio con pasión.

Lanark dijo...

Todo un personaje, este Feynman. Elaborando material didáctico para un curso de computación cuántica en la Universidad de los Andes, en Bogotá, Colombia, me encontré con bastantes testimonios sobre su carácter visionario pero tremendamente riguroso, descrito a la perfección por la frase.

Este post resultó un gancho bastante efectivo para llamar la atención sobre su blog, que a continuación procederé a mirar.

Acerca de la precaución y la cobardía de los investigadores, aprovecho la ocasión para insistir en una de mis disculpas favoritas para quejarme: la burocratización de la ciencia. Parece que la curiosidad y la maravilla han dejado de ser las principales razones para investigar, para ser reemplazadas por las prosaicas motivaciones del ascenso profesional y social. Supongo que es el precio que debemos pagar por una comunidad científica multitudinaria.

Un saludo.