
En un mundo razonable, organismos internacionales habrían tomado cartas en el asunto para detener y juzgar a un individuo que se dedica a masacrar a su pueblo, amasar grandes fortunas construidas con el sufrimiento de su pueblo y destrozarles la vida a quienes luchan por una vida mejor.Lamentablemente no vivimos en un mundo razonable. Los genocidas siguen matando a sus anchas, organizando guerras para enriquecerse con la venta de armas y se liquida a aquellos que molestan.
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